A continuación desarrollaremos con mayor detenimiento la teoría de la religiosidad de Allport, ya que sobre esta teoría basaremos el presente estudio. Allport en un primer momento, divide la religiosidad en religiosidad madura e inmadura. Describe las características de una religiosidad madura, concibiéndola como una religiosidad bien diferenciada, dinámica, que produce una moral consistente, es decir una religiosidad comprensiva, integral, y heurística. La religiosidad inmadura, por otra parte, no provee el significado completo de la vida dentro del cual el sujeto pueda ubicarse a sí mismo; por lo cual, permanece irreflexiva, y no unifica la personalidad (Franca-Tarrago, 2003a). Más adelante, a fines de los años cincuenta, Allport empieza a referirse a una religiosidad extrínseca o externa e intrínseca o interna, ya que considera a estas categorías, más descriptivas y menos estigmatizadoras que religiosidad madura e inmadura. La religiosidad extrínseca es estrictamente utilitaria, es decir, usa la religión como un medio para otros intereses, mientras que la religiosidad intrínseca asume la religión como un fin en sí misma, llena la integridad de la vida del creyente con motivación, significado y energía, y por tanto, no queda restringida a un segmento limitado de la vida (Franca-Tarrago, 2003a).
La religiosidad extrínseca es un medio para satisfacer otras necesidades, un instrumento para obtener soporte social o tranquilidad. Es la que se relaciona con el dogmatismo y prejuicios sociales en contra de otros grupos que no pertenecen a la misma religión. La religiosidad intrínseca por el contrario, está en el ámbito de las disposiciones cardinales que constituyen la característica típica de una personalidad que tiene una concepción unitaria de la vida (Franca-Tarrago, 2003b). Parece ser experimentada en un nivel más profundo y estar infundida de un carácter ético y filosófico sin presentar los rasgos utilitarios, que consideran a la religión como un medio antes que como un fin (Allport, 1962).
Asimismo, la concepción de Dios que tienen ambos tipos de orientación religiosa también es bien diferenciada. El creyente de implicación intrínseca se orienta a un Dios benevolente que está involucrado en los asuntos humanos y en el cual puede confiar. Este ser asume con confianza los sentimientos de desamparo y reafirma la autoestima. Se vive a sí mismo no como condicionado por la suerte, la fortuna o elementos deterministas sino orientado por la invitación a una propuesta libre. Los individuos de esta perspectiva tienden a verse como simpatizantes de los demás, los consideran como iguales en dignidad, sin discriminación (Franca-Tarrago, 2003a).
Por el contrario, el creyente de implicación extrínseca concibe a Dios como un ser distante, castigador y vindicativo, se vive a sí mismo como falto de poder o de sentimientos de control sobre la realidad, es decir, condicionado por elementos deterministas tales como la suerte, el destino o la voluntad divina. Considera a los demás en términos de categorías sociales, sexo, edad o estatus. Esta religiosidad conlleva a una religión de autoservicio y autoprotectiva, que provee al creyente de consuelo y salvación a expensas de los demás. La persona usa la religión para sus propios fines y pueden encontrarla útil en una variedad de formas: para proveer seguridad y paz, sociabilidad y entretenimiento, estatus y autojustificación a sus actos. Por lo mismo, el credo elegido es sostenido superficialmente y aún selectivamente cumplido para satisfacer necesidades más primarias (Franca-Tarrago, 2003a).
A manera de conclusión podemos tomar las palabras de Allport quien afirma que el individuo motivado extrínsecamente usa su religión, mientras que el individuo intrínsecamente conformado, vive su religión (Franca-Tarrago, 2003a).
La religiosidad extrínseca es un medio para satisfacer otras necesidades, un instrumento para obtener soporte social o tranquilidad. Es la que se relaciona con el dogmatismo y prejuicios sociales en contra de otros grupos que no pertenecen a la misma religión. La religiosidad intrínseca por el contrario, está en el ámbito de las disposiciones cardinales que constituyen la característica típica de una personalidad que tiene una concepción unitaria de la vida (Franca-Tarrago, 2003b). Parece ser experimentada en un nivel más profundo y estar infundida de un carácter ético y filosófico sin presentar los rasgos utilitarios, que consideran a la religión como un medio antes que como un fin (Allport, 1962).
Asimismo, la concepción de Dios que tienen ambos tipos de orientación religiosa también es bien diferenciada. El creyente de implicación intrínseca se orienta a un Dios benevolente que está involucrado en los asuntos humanos y en el cual puede confiar. Este ser asume con confianza los sentimientos de desamparo y reafirma la autoestima. Se vive a sí mismo no como condicionado por la suerte, la fortuna o elementos deterministas sino orientado por la invitación a una propuesta libre. Los individuos de esta perspectiva tienden a verse como simpatizantes de los demás, los consideran como iguales en dignidad, sin discriminación (Franca-Tarrago, 2003a).
Por el contrario, el creyente de implicación extrínseca concibe a Dios como un ser distante, castigador y vindicativo, se vive a sí mismo como falto de poder o de sentimientos de control sobre la realidad, es decir, condicionado por elementos deterministas tales como la suerte, el destino o la voluntad divina. Considera a los demás en términos de categorías sociales, sexo, edad o estatus. Esta religiosidad conlleva a una religión de autoservicio y autoprotectiva, que provee al creyente de consuelo y salvación a expensas de los demás. La persona usa la religión para sus propios fines y pueden encontrarla útil en una variedad de formas: para proveer seguridad y paz, sociabilidad y entretenimiento, estatus y autojustificación a sus actos. Por lo mismo, el credo elegido es sostenido superficialmente y aún selectivamente cumplido para satisfacer necesidades más primarias (Franca-Tarrago, 2003a).
A manera de conclusión podemos tomar las palabras de Allport quien afirma que el individuo motivado extrínsecamente usa su religión, mientras que el individuo intrínsecamente conformado, vive su religión (Franca-Tarrago, 2003a).
No hay comentarios:
Publicar un comentario