viernes, 14 de agosto de 2009

DESARROLLO HISTÓRICO DEL ESTUDIO DE LA MOTIVACIÓN


a) Etapa pre-científica
En la etapa pre-científica del estudio de la motivación, las metodologías buscaron dar explicación al comportamiento humano y lo atribuyeron a espíritus que dominaban al hombre. Los griegos, por otro lado, dieron explicaciones más racionales. Sócrates trató de encontrar el porqué de la búsqueda de felicidad en el hombre por lo que habló del dualismo de la naturaleza humana (Mankeliunas, 1987). Platón propuso que la motivación fluía desde un alma tripartita, jerárquicamente cons­tituida: en un nivel primitivo estaba el aspecto apetitivo del alma, que contribuía a los apetitos y deseos corporales como el hambre y el sexo; en un segundo nivel se ubi­caba el elemento competitivo, que aportaba los roles socialmente especificados como los sentimientos de honor y vergüenza; y en un nivel más alto se encontraba el aspecto calculador, que era responsable de las capacidades de toma de decisiones del alma, como la razón y la elección. De la misma manera, Aristóteles retoma el alma tripartita, organizada jerárquicamente, pero con una terminología diferente: nutritiva, sensitiva y racional, las que se correspondían con las de Platón (Reeve, 2003).
En la edad Media, Tomas de Aquino y otros distinguieron el deseo sensual de la voluntad racional. Para los filósofos de la época post-renancentista, como Descartes, Hobbes y Spinoza, los impulsos eran todavía una clase importante de variables psicológicas de importancia equiparable a la de los procesos afectivos e intelectuales (Madsen, 1967).
Descartes añadió a su dualismo mente-cuerpo la distinción entre los aspectos pasivo y activo de la motivación. El cuerpo constituía un agente mecánico y motivacionalmente pasivo, mientras que la voluntad era un agente inmaterial y motivacionalmente activo. Como entidad física, el cuerpo poseía necesidades nutricias y respondía al ambiente en formas mecánicas a través de sus sentidos, reflejos y fisiología. La mente, sin embargo, era una entidad espiritual, inmaterial y pensante que poseía una voluntad intencional. Para Descartes, la fuerza motivacional última era la voluntad. Razonó que si podía comprender la voluntad, entonces sería capaz de comprender la motivación. La voluntad iniciaba y dirigía la acción; elegía si actuaba y qué hacer cuando actuaba. Las necesidades corporales, las pasiones, placeres y los dolores ciertamente creaban impulsos a la acción, pero tales impulsos sólo excitaban la voluntad. La voluntad consistía en una facultad de la mente que controlaba los apetitos y pasiones corporales en aras de la virtud y la salvación mediante el ejercicio de sus poderes de elección y de lucha. Al asignar poderes de motivación exclusivos a la voluntad, Descartes proporcionó la primera gran teoría de la motivación (Reeve, 2003).
Según esta teoría todo acto de voluntad es una actuación orientada. La acción volitiva del hombre se desarrolla en el proceso del trabajo. Todas las actuaciones específicamente humanas son volitivas en todo el sentido de la palabra, la actuación que se produce bajo las condiciones de conflicto interno, de contradictorias tendencias es un acto de voluntad en el más estricto y específico sentido de la palabra (Rubinstein, 1978).
Ya en el siglo XX la psicología trata de abordar el estudio experimental de la voluntad, pero dicho estudio ofreció dificultades absolutamente comprensibles. Ach (1905; cit. por Rubinstein, 1978) y posteriormente Michotte y Prom (1910; cit. por Rubinstein, 1978) y algunos otros más intentaron estudiar experimentalmente el acto volitivo. Pero estos estudios resultaron completamente insatisfactorios.
Los filósofos no descubrieron la naturaleza de la voluntad ni las leyes mediante las cuales operaba. El problema se multiplicaba al intentar resolverlo. Al utilizar la voluntad debían de explicar no sólo la motivación sino también al motivador: la voluntad. Así los teóricos de la motivación buscaron un principio motivacional menos misterioso (Reeve, 2003).

b) Etapa científica
El siglo XIX se caracterizó por la gran preocupación por la investigación científica, y la observación sistemática pasó al laboratorio. En 1859, Darwin publicó su obra clásica El origen de las especies, que dio un marco teórico a la concepción del proceso motivacional (Mankeliunas, 1987). El determinismo biológico de Darwin orientó a conceptos motivacionales mecánicos y genéticos. Para Darwin, el comportamiento animal parecía ser principalmente no aprendido, automático y mecanicista (Darwin, 1859, 1872, en Reeve, 2003). A partir de este momento se dio paso a explicaciones de la motivación basados en los instintos como la primera teoría científica de la motivación.

Teoría del instinto
Los instintos surgen de una sustancia física a partir de una herencia genética. Los instintos están en los genes y por tanto existen como una tendencia innata para actuar en una forma específica. Dada la presencia de los estímulos apropiados, los instintos se expresan a sí mismos a través de reflejos corporales innatos que surgen en forma biológica y genéticamente heredada (Reeve, 2003). Según James citado por Bolles (1990) el hombre tiene más instintos diferentes entre sí que los demás animales, pero éstos suelen quedar opacados por el funcionamiento del aparato mental superior. Define al instinto como la facultad de actuar de manera que se produzcan determinados fines sin preverlos y sin que haya una educación anterior acerca de su ejecución.
La psicología del instinto, fue iniciada por McDougall, quien explica el proceso motivacional de la siguiente manera: todos los procesos vitales, así como la conducta, representan una tendencia finalista del organismo para preservar su existencia y la de la especie. Este esfuerzo es común en todas las especies, inclusive en el hombre, pero en éste se diferencian algunas variables motivacionales, innatas pero modificables, que se denominan instintos. La satisfacción de las necesidades primarias se basa en los instintos, y la de las secundarias, en las disposiciones que persiguen metas determinadas. El proceso de socialización enseña cómo alcanzar estas satisfacciones (Mankeliunas, 1987). McDougall propuso una teoría del instinto que presentaba instintos de exploración, pelea, maternidad, etcétera. Por lo tanto, los instintos, y sus emociones asociadas explicaban sin mucha dificultad aparente la cualidad dirigida a la meta en el comportamiento humano. Sin instintos los seres humanos no iniciarían ninguna acción. Toda la motivación humana debe su origen a una colección de instintos heredados en forma genética (Reeve, 2003).
Entre los principales problemas que enfrentó esta primera teoría estaba el tratar de explicar la enorme diversidad de conductas humanas con un número reducido de instintos. McDougall, elaboró varias listas de instintos, llegando a un número que oscilaba entre 7 y 12, incluso hubo autores que llegaron a citar más de 100 instintos (Garrido, 1996). Pero el principal problema fue que su lógica subyacente era circular. La única evidencia de que la gente posee un instinto de pelea es que se comporta de forma agresiva. La causa explica el comportamiento, pero el comportamien­to resulta una evidencia para su causa. Lo que hacía falta era alguna forma independiente de determinar si el instinto en verdad existe (Reeve, 2003).

Teoría de la pulsión
Una segunda teoría científica de la motivación es la que se basa en la pulsión como motivador. La pulsión como concepto motivacional emergió a partir de una biología funcional que entendía que la función del comportamiento era satisfacer las necesidades corporales. Conforme ocurren los desequilibrios biológicos, como la falta de alimento y agua, los animales experimentan de manera psicológica dichos déficit de necesidad como pulsiones. La pulsión motivaba cual­quier comportamiento que fuese instrumental para servir a las necesidades corporales. Las dos teorías de las pulsiones con mayor aceptación son las de Freud y Hull (Reeve, 2003).
Teoría psicoanalítica de la pulsión. Freud creyó que todo el comportamiento era motivado, y que el propósito de éste era el servir a la satisfacción de las necesidades (Reeve, 2003). La reflexión freudiana sobre la sexualidad libidinal humana lleva a teorizar el concepto motivacional de pulsión. La sexualidad entendida como pulsión se inicia prácticamente desde el nacimiento y está vinculada a una necesidad de tipo orgánico: hambre, defecación, micción, etc. Pero, la pul­sión se independiza pronto de lo biológico, distinguiéndose del instinto tanto en la finalidad como en el objeto. Así, la búsqueda del placer y no la reproduc­ción de la especie se convierte en la meta pulsional, no existiendo para satisfacer esa finalidad tan poco biológica ningún objeto específico o normal (Garrido, 1996). El comportamiento continuaba hasta que la pulsión o urgencia que la motivó se satisfacía. El comportamiento servía al sistema nervioso y la pulsión actuaba como una espe­cie de mediador para asegurar que el comportamiento satisficiera las necesidades corporales. Freud (1915; cit por Reeve, 2003) resumió su teoría de las pulsiones mediante cuatro componentes: fuente, perentoriedad, fin y objeto. La fuente de la pulsión era el déficit corporal. La pulsión tenía una perentoriedad o fuerza que se dirigía al fin de la satisfacción, que es la remoción a través de la satisfacción del déficit corporal subyacente. Para realizar tal fin, se motivaba a la conducta a buscar un objeto capaz de eliminar el déficit corporal.
Teoría conductista de la pulsión. La orientación conductista se da a partir de la teoría del aprendizaje asociativo. Los motivos también podían aprenderse, tal y como había demostrado Watson por medio del condicionamiento. Tolman defendió el aprendizaje de técnicas sociales, den­tro del paradigma del condicionamiento instrumental. Pero la teo­ría de Hull ha sido la que apor­ta el modelo explicativo de la conducta humana dominante en psicología hasta finales de la década de los cincuenta. Dicho modelo explica el comportamiento a partir de dos conceptos motivacionales activadores: el impulso y el incentivo; y uno de aprendizaje asociativo: el hábito, el cual marcará la dirección de la conducta (Garrido, 1996). Una vez que surge la pulsión, ésta energiza al comportamiento. Aunque la pulsión energice el comportamiento, no lo dirige. El hábito, es el que dirige el comportamiento (Reeve, 2003). Hull (1943, 1952; cit. por Reeve, 2003) afirma que la pulsión consistía en una fuente de energía compuesta por todas las perturbaciones corporales actuales, las necesidades se suman para constituir una necesidad corporal total. Para Hull, la motivación, es decir la pulsión, tiene una base puramente fisiológica, así que la necesidad corporal era la base fundamental de la motivación. Por necesidad, entiende la alteración del equilibrio interno del or­ganismo, que da fuerza al impulso para que se presenten comportamien­tos cuyo objetivo es satisfacer la necesidad para que el organismo vuelva a su estado primitivo (Mankeliunas, 1987). La teoría de las pulsiones de Hull poseía una característica destacable: la motivación podía predecirse a partir de condiciones antecedentes en el ambiente (Reeve, 2003).
La teoría de la pulsión, en las versiones de Freud y Hull, se basan en tres suposiciones fundamentales: a) la pulsión emergía de necesidades corporales; b) la reducción de la pulsión reforzaba y provocaba el aprendizaje; y c) la pulsión energizaba el comportamiento (Reeve, 2003). Conductismo y psicoanálisis en lo concerniente a la motivación humana comparten en común el carácter determinista de la psique y la visión de­ficitaria de los procesos motivacionales (Garrido, 1996).



Teoría humanista
El iniciador de las hipótesis humanísticas fue Allport, quién parte de dos axiomas: a) los experimentos realizados con animales acerca de las necesidades primarias, no pueden tomarse como base para explicar la motivación del hombre, y b) las tesis freudianas en torno a la estructura de la personalidad y su motivación, parten de datos recopilados en pruebas con sujetos anormales, pero la estructura de la personalidad, y especialmente la motivación de la persona madura y normal, es diferente. El hombre es funcionalmente autónomo y está influenciado por factores socioculturales, que cada individuo los incorpora de distinta manera, por lo que existen variadas diferencias individuales en cuanto a la persecución de metas trazadas personalmente (Mankeliunas, 1987). Por otro lado, Maslow (1967; cit. por Mankeliunas, 1987) basa sus hipótesis en el estudio del proceso motivacional de los grandes hombres; estos individuos trazaron sus metas, tuvieron motivos muy personales y los persiguieron. A la misma corriente se incorpora la psicóloga austriacoamericana Buhler (Mankeliunas, 1987). Para Maslow la base de la comprensión de la motivación está en la idea de que las personas poseen impulsos o necesidades básicas a nivel organísmico, que son fuerzas modeladoras de la motivación humana que actúan de forma discreta pero segura (Garrido, 1996).
A nivel general, el objetivo de la psicología humanista consiste en la superación de una imagen determinista y mecanicista del ser humano, así como la atención de la actividad investigadora hacia la persona en su vida cotidiana. El acontecer psíquico está dotado de sentido y lleno de significado, siendo la principal característica de la motivación humana, el hecho de proponerse metas que la trascienden: la búsqueda de sentido y plenitud más allá de la propia existencia. Al acentuar la importancia de la meta y el sentido de la vida, la psicología humanista se propone liberar al pensamiento psicológico de un enfoque exclusivamente mecanicista y determinista (Auer, 1990). La búsqueda por parte del hombre de sentido de la vida constituye una fuerza primaria y no una racionalización secundaria de sus impulsos instintivos (Frankl, 2003).
A su vez la perspectiva humanista pone el énfasis en la noción del self y en sus esfuerzos de realización. Estas nociones constituyen las fuerzas holísticas que hacen del individuo un sistema motivacional unificado. Para los humanistas, los esfuerzos del self, o tendencia de autorrealización son nucleares y representan un sistema motivacional supraordenado, que organiza y unifica los demás motivos. El motivo nuclear, que organiza y ordena a los demás es: el ser quien uno es verdadera­mente. Este motivo abarca todos los esfuerzos del organismo hacia el crecimiento y el desarrollo (Garrido, 1996). La autorrealización es un proceso de cambio en el que el yo pasa de la simplicidad a la complejidad, de la dependencia a la autonomía y de la rigidez de pensamiento a la expresión libre. Se enfatiza el desarrollo creativo o crecimiento del individuo. El enfoque rogeriano centrado en la persona considera que las personas poseen una tendencia realizadora intrínseca, lo que significa que luchan para crecer y realizar todas sus capacidades (Nicolson y Ayets, 2002).
Para Maslow (1987) la autorrealización se refiere al deseo de la persona por la autosatisfacción, a saber, la tendencia a hacer realidad lo que es en potencia. El deseo de la propia realización, del florecimiento completo de las capacidades y potencialidades de las personas, o la tendencia a actualizarse como el deseo de llegar a ser todo lo que uno es capaz de ser (Buss, 1987).
Las principales características distintivas del enfoque humanista se derivan de su compromiso con el valor del crecimiento personal (Cloninger, 2003):
La perspectiva humanista se centra en los aspectos superiores más avanzados y sanos de la experiencia humana t su desarrollo. Entre ellos se encuentran la creatividad y la tolerancia
La perspectiva humanista valora la experiencia subjetiva del individuo, incluida la experiencia emocional esto se denomina en ocasiones enfoque fenomenológico.
Los psicólogos humanistas ponen más énfasis en el presente que en el pasado o futuro.
Los humanistas recalcan que cada individuo es responsable de los resultados de su vida. No hay condiciones pasadas que predeterminen el presente. La capacidad de una persona para la autorreflexión mejora la elección sana.
la perspectiva humanista pretende aplicar sus descubrimientos al mejoramiento de la condición humana modificando el ambiente en que se desarrolla la gente. Supone que, dadas las condiciones apropiadas los individuos se desarrollan en una dirección deseable.En todo ser humano, gran parte de la conducta se resuelve a través de elecciones y toda persona tiene un sistema de valores que ejerce notoria influencia en su conducta. El hombre es un agente consciente, él es quien experi­menta, decide y actúa. En la corriente humanista desde un primer momento cobro particular significación el problema de las metas y de los fines, aspecto en el cual se ha centrado de un modo importante.

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