viernes, 14 de agosto de 2009

RESILIENCIA Y OTROS CONCEPTOS AFINES

La resiliencia como enfoque teórico encuentra fundamento y afinidad con varios conceptos y teorías, pero con el transcurrir del tiempo y el desarrollo de las investigaciones se ha ido diferenciando y precisando en cuanto a su definición y uso práctico. Wolin y Wolin (1993; cit. por Henderson, 2003) explican que el término resiliente se ha adaptado en lugar de otros anteriores que empleaban los investigadores para describir el fenómeno, como invulnerable, invencible, resistente, porque la acepción de resiliente reconoce el dolor, la lucha y el sufrimiento implícitos en el proceso. Entre algunos de los conceptos relacionados a la resiliencia tenemos:
a) Invulnerabilidad
El concepto de invulnerabilidad, alude a personas que parecen constitucionalmente tan fuertes que no ceden frente a las presiones del estrés y la adversidad, en los primeros estudios sobre resiliencia, estos niños fueron identificados como invulnerables. Este concepto resulta equivocado por tres razones: la resistencia al estrés es relativa, no es estable en el tiempo y varía de acuerdo a la etapa del desarrollo de los niños y de la calidad del estímulo. Las raíces de la resistencia provienen tanto del ambiente como de lo constitucional. El grado de resistencia no es estable, sino que varía a lo largo del tiempo y de acuerdo a las circunstancias. Por lo cual en la actualidad se utiliza preferentemente el concepto de resiliencia (Rutter, 1985; Klotiarenco,et al. 1997). El concepto de invulnerabilidad ha quedado en el campo de la psicopatología. Así la invulnerabilidad, sólo significa resistencia, y por tanto una respuesta inmediata, la resiliencia por el contrario, implica un efecto duradero, un proyecto de vida; es dinámica, mientras que la vulnerabilidad permanece estática (Tomkiewicz, 2004).

b) Fortaleza o robustez
La fortaleza se refiere a las personas resistentes al estrés y a sus efectos dañinos. Las personas fuertes, parecen distinguirse en tres aspectos. Primero, muestran mayores niveles de compromiso, es decir se involucran más en las cosas que hacen, y tienden a percibir esas actividades como valiosas. Segundo, tienden a percibir los cambios como un desafío, como una oportunidad de desarrollo y no como una amenaza. Tercero, tienen sentido de control sobre los eventos de su vida y sobre sus resultados (Baron, 1996). Las mediciones que se han llevado a cabo para evaluar la capacidad de fortaleza de las personas se han centrado en la ausencia de síntomas de desadaptación psicológica, a diferencia de la resiliencia que se centra en analizar características de personalidad positivas. La robustez puede no tener un impacto directo sobre la salud, sino que puede ser más bien indirecto afectando las prácticas de vida, siendo éstas las que afectarían a su vez la salud en sentido positivo. La capacidad de fortaleza de las personas tiene una influencia importante en la interpretación subjetiva que éstas dan a los acontecimientos de su vida (Klotiarenco, et al. 1997). Una persona puede mantenerse sana física y psicológicamente o inmutable ante las dificultades, pero eso no la hace resiliente. La diferencia de robustez con la resiliencia, básicamente estaría en que la resiliencia, sólo contempla comportamientos adaptativos y constructivos en la lucha que se emprende para salir adelante. De ahí que una persona que comete alguna infracción social, puede ser considerada fuerte pero no resiliente (Novella, 2002).

c) Adaptación positiva
La adaptación comprende el equilibrio entre lo que la gente hace, desea hacer y lo que el ambiente requiere. Toda conducta desadaptativa es una conducta desviada, pero una conducta desviada no necesariamente es desadaptativa, ya que ésta última implica que existe un problema; y sugiere que ya sea la vulnerabilidad del individuo, su incapacidad para el afrontamiento o el estrés en el ambiente, los que han provocado los problemas para vivir. Los estudiosos de la conducta desadaptada se interesan en especial en la conducta que no sólo es diferente o desviada, sino que además representa un motivo de preocupación para el individuo, su familia, amigos o la sociedad (Irwin y Sarason, 1996). Por otro lado, Infante (2001; cit. por Melillo, 2004) afirma que la adaptación puede ser considerada positiva cuando un individuo ha alcanzado expectativas sociales asociadas a una etapa de desarrollo, o no ha habido signos de desajuste. De esta manera, la adaptación positiva permite identificar si ha habido o no un proceso de resiliencia. Si ésta ocurre a pesar de la exposición a la adversidad, se considera una adaptación resiliente. Si el ambiente, la familia y la comunidad siguen apoyando el desarrollo del niño y proporcionando recursos que éste pueda necesitar para superar la adversidad, entonces existe una alta probabilidad de que el individuo continúe adaptándose positivamente a través del tiempo. Es­ta estabilidad a lo largo del desarrollo no significa que una persona es resiliente, ya que eso equivaldría al error de consi­derar a la resiliencia como si fuera un atributo personal. Esta adaptación positiva puede estar determinada por el desarrollo de algún aspecto del individuo o por la ausencia de conductas disruptivas (Novella, 2002).

d) Afrontamiento (coping)
Lazarus y Folkman (1986) definen el afrontamiento como aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo. Se diferencia de la resiliencia, en que esta última implica siempre una conducta adaptativa, además para que haya resiliencia tiene que haber una situación estresante o adversa. Pero en el afrontamiento la respuesta puede ser adaptada o inadaptada frente a sucesos cotidianos. Definida en sus dos aspectos de resistencia al trauma y de dinámica existencial, la resiliencia es más que la resistencia misma y más amplia que la adaptabilidad, que sólo es uno de sus elementos. Las relaciones con el afrontamiento son sutiles: aunque este se repita, sólo responde a una situación muy concreta y no implica un proyecto de vida más allá del suceso. En los estudios sobre estrés y afrontamiento la resiliencia encuentra otro significado, que implica estrategias de ajuste eficaces, es decir, esfuerzos por restaurar o mantener el equilibrio interno o externo mediante actividades que incluyen el pensamiento y la acción. El individuo debe adaptarse a esos acontecimientos estresantes y para hacerlo, evaluar la situación y aplicar luego estrategias de ajuste (Manciaux et al, 2003).

e) Adversidad
El término adversidad designa una constelación de muchos factores de riesgo o una situación de vida específica. Al considerar la resiliencia como proceso ya no basta con mencionar cuales son las fuentes de adversidad sino que, además, es necesario especificar a través de modelos teóricos o investigaciones empíricas cómo estas variables interactúan entre sí y se relacionan con lo que se define como riesgo social y como adaptación positiva (Infante, 2002). Si integramos dialógicamente los conceptos de felicidad y adversidad, como componentes inherentes a la realidad, la noción de ésta se torna realista y ajustada a la experiencia vital, derivado de ello, las expectativas serán lograr un estado de satisfacción, de bienestar a pesar de las dificultades y situaciones adversas (CODINFA MULTISECTORIAL, 2002). De esta manera, la adversidad en el estudio de la resiliencia no tiene una connotación negativa sino se le ve como la oportunidad para desplegar la creatividad y salir fortalecido por la experiencia adversa (Panez, 2000).

f) Vulnerabilidad
Para Llobet (2005) la vulnerabilidad puede ser entendida como la condición que modula la probabilidad de sufrir fracasos, enfermedades, accidentes, lesiones y se da en virtud de condiciones estructurales o macrosociales; de condiciones particulares o grupales; y de condiciones individuales. Es importante distinguir entre desadaptación y vulnerabilidad. Para Reichters y Weintraub (1990; cit. por Kotliarenco, 1997) un comportamiento desadaptado en edades tempranas no es sinónimo de ser vulnerable a algún desorden, ya que la mayor parte de las consideraciones respecto de la desadaptación que tienen ciertos comportamientos infantiles, se basan en evaluaciones de los padres o profesores. Así, los niños que se desvían del comportamiento promedio de su grupo de referencia son considerados desadaptados aunque estos comportamientos puedan resultar adaptativos a las características de su familia en un momento determinado. De acuerdo a Radke-Yarrow y Sherman (1990; cit. por Kotliarenco, 1997), al revisar el concepto de vulnerabilidad, se le puede entender como un fenómeno perceptible en el cual un cierto nivel de estrés, resulta en conductas desadaptativas o como a una dimensión continua del comportamiento que se mueve desde una adaptación más exitosa al estrés, a una menos exitosa.

g) Nivel socioeconómico
Se ha tendido a pensar que los niños de nivel socioeconó­mico alto son más resilientes (Eider y Conger, 2000; cit. por Grotberg, 2002). Estos niños son más exitosos en la escuela; sin embargo, el buen rendimiento escolar no es resiliencia. Puede que estos niños realicen mejores trabajos, pero eso no necesariamente impli­ca que sean resilientes. Un estudio realizado por Grotberg (2002), en veintidós países, demos­tró que no existía conexión entre el nivel socioeconómico y la resiliencia. La diferencia consistió principalmente en la can­tidad de factores resilientes utilizados. Aunque la pobreza no es una condición de vida aceptable, no impide el desarrollo de la resiliencia. A su vez, George Vsillant y Timothy Davis (2000; cit. por Grotberg, 2002) pre­sentaron evidencia longitudinal de que no existe relación alguna entre clase social y resiliencia.

h) La teoría del apego o vínculoLa teoría del apego es un modelo para concebir la propensión de los seres humanos para establecer sólidos vínculos afectivos con personas determinadas y explicar las múltiples formas de trastorno emocional (Bowlby, 1999). Los niños están inclinados a vincularse en forma especialmente fuerte con figuras significativas para ellos. El aprendizaje de apego hacia una figura facilita el apego hacia otras, así quienes tienen una relación más estrecha con su madre o cuidador suelen disfrutar de mayor número de relaciones. En contraste, la ausencia de interacción cariñosa suficiente amenaza la estabilidad emocional, priva de una base de seguridad desde donde explorar el ambiente y relacionarse, como de oportunidades para realizar aprendizajes sociales (Heredia, 2005). Así, el contar con un vínculo seguro los dos primeros años de vida, ha mostrado predecir una importante cantidad de atributos característicos de niños resilientes tales como: adecuado comportamiento social, regulación afectiva, capacidad de resistencia en situaciones desafiantes, orientación a recursos sociales, habilidades cognitivas, etc. Los niños resilientes muestran un vínculo seguro, y éste último forma parte de un proceso que actúa como mediatizador en los comportamientos resilientes. La presencia de una figura, aunque remota, estable y respondedora en la vida temprana del niño puede constituirse tanto en un factor protector como también, promover un tipo de relación segura (Klotiarenco, et al. 1997). No se puede adquirir la resiliencia por sí solo, se tiene que encontrar un objeto adecuado al temperamento, así es posible ser resiliente con una persona y no con otra, reanudar el propio desarrollo en un medio y derrumbarse en otro. La resiliencia es un proceso que puede producirse de modo permanente, con la condición de que la persona que se está desarrollando encuentre un objeto que le resulte significativo (Cyrulnik, 2002).

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