El concepto de resiliencia ha encontrado su aplicación principalmente en lo referente a la intervención en poblaciones, relacionándose con la prevención primaria y el desarrollo de la salud mental. En este sentido, cabe hacer la distinción entre lo que se llama el enfoque de riesgo y el enfoque de resiliencia. El enfoque de riesgo se centra en la enfermedad, en el síntoma y en aquellas características que se asocian con una elevada probabilidad de daño biológico o social. Mientras que el enfoque de resiliencia está más asociado a la promoción de la salud mental y señala que un niño que esta expuesto a fuerzas negativas, es decir daños o riesgos no necesariamente sufrirá daños permanentes. Describe la existencia de fuerzas protectoras que se encargan de que las fuerzas negativas no actúen linealmente, atenuando los efectos negativos, transformándolos en fuentes de superación. Es decir, el modelo de riesgo enfatiza los aspectos negativos y como combatirlos, por otro lado el modelo de la resiliencia busca los aspectos positivos y como reforzarlos, este modelo complementando el modelo de riesgo y creando una visión integradora para las intervenciones (Díaz, 2000).
La investigación del riesgo es limitada, porque no muestra con claridad la relación entre causa y efecto. La investigación longitudinal ha corregido una expresión inexacta que había dejado la investigación de riesgo: muchos, si no la mayoría, de los niños identificados como de alto riesgo no desarrollan la serie de problemas que se han llegado a prever. Se encuentran en situaciones de alto riesgo pero son resilientes (Henderson, 2003).
En síntesis, el enfoque de resiliencia más que centrarse en los circuitos que mantienen las condiciones para un alto riesgo para la salud física y mental, se preocupa por observar aquellas condiciones que posibilitan el abrirse a un desarrollo más sano y positivo (Klotiarenco, et al., 1997).
La investigación del riesgo es limitada, porque no muestra con claridad la relación entre causa y efecto. La investigación longitudinal ha corregido una expresión inexacta que había dejado la investigación de riesgo: muchos, si no la mayoría, de los niños identificados como de alto riesgo no desarrollan la serie de problemas que se han llegado a prever. Se encuentran en situaciones de alto riesgo pero son resilientes (Henderson, 2003).
En síntesis, el enfoque de resiliencia más que centrarse en los circuitos que mantienen las condiciones para un alto riesgo para la salud física y mental, se preocupa por observar aquellas condiciones que posibilitan el abrirse a un desarrollo más sano y positivo (Klotiarenco, et al., 1997).
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