viernes, 14 de agosto de 2009

FACTORES Y MECANISMOS DE RESILIENCIA

La primera generación de investigadores de resiliencia comienza a principios de la década del setenta, y se centra en descubrir de entre los niños que viven en riesgo social, qué distingue a aquellos que se adaptan positivamente de aquellos niños que no. Un estudio tradicional de esta primera generación, es la investigación longitudinal de Werner y Smith (1992; cit. por Infante, 2002) en la isla de Kawai (Hawai), quienes estudiaron a 505 individuos, durante 32 años, desde su periodo prenatal, en 1955, hasta su adultez. El estudio consistió en identificar, en un grupo de individuos que vivían en condiciones de adversidad similares, aquellos factores que diferenciaban a quienes se adaptaban positivamente a la sociedad de aquellos que asumían conductas de riesgo. Así se desplaza el interés desde las cualidades personales hacia estudiar los factores externos, planteándose un modelo de resiliencia, que organiza los factores en protectores y de riesgo (Infante, 2002).

a) Factores de riesgo
Durlack (1998; cit. por Panez, 2002) define los factores de riesgo como variables que denotan riesgo biológico, familiar o psicosocial y que aumentan la probabilidad de consecuencias negativas en el desarrollo. El factor de riesgo, según plantea Silva (1999; cit. por Diaz, 2000), es toda aquella característica, hecho o situación propia o del entorno que incrementa la posibilidad de desarrollar desajuste psicosocial. Se pueden señalar entre otras: la pobreza, muerte de los padres, enfermedad mental, etc. Por ejemplo, una adolescente tiene mayor probabilidad que una mujer adulta de dar a luz a un niño de bajo peso; si además es analfabeta, el riesgo se multiplica: es decir que dos factores de riesgo identificados serían ser adolescente y analfabeta. Partiendo de esto, los individuos de alto riesgo son aquellos que concentran más factores de riesgo o generan situaciones de riesgo, a través de su comportamiento (OPS, 1999; cit. por Diaz, 2000). Por otro lado, Rutter (1979; cit. por Diaz, 2000) indica que la mayoría de los niños puede lidiar con al menos dos factores de riesgo simultáneamente, pero la presencia de tres o más factores de riesgo casi siempre termina en problemas emocionales.

b) Factores protectores
Los factores protectores son variables que disminuyen la posibilidad de consecuencias negativas en el desarrollo (Durlack, 1998; cit. por Panez, 2002). Es decir, todas aquellas características, hechos o situaciones propias del niño o de su entorno que aumentan la capacidad para hacer frente a las adversidades o disminuyen la posibilidad de desarrollar desajuste psicosocial frente a la presencia de factores de riesgo (Silva, 1999; cit. por Diaz, 2000). Por otro lado, la OPS (1999; cit. por Diaz, 2000) los define como las condiciones o entornos capaces de favorecer el desarrollo de individuos o grupos y en muchos casos, de reducir los efectos de circunstancias desfavorables. Por ejemplo, los hijos de padres divorciados parecen tener como factor protector a la familia extendida.
Gannezy (1992; cit. por Diaz, 2000) ha identificado tres amplias clases de factores protectores: uno sería una personalidad flexible y adaptable. Otro importante es que el niño tenga al menos la presencia de un adulto que tenga un fuerte interés en el niño y el tercero sería la red de soporte social. Otros factores protectores que se han encontrado incluyen la inteligencia, empatía y locus de control interno.
Otra manera de clasificar los factores protectores es la que plantea la OPS (1999; cit. por Diaz, 2000) señalando dos tipos: externos e internos. Los externos se refieren a condiciones del medio que actúa reduciendo la probabilidad de daños: familia extendida, apoyo de un adulto significativo o integración social y laboral. Los internos se refieren a atributos de la propia persona: autoestima, seguridad, confianza en sí mismo, facilidad para comunicarse o empatía.
Los factores protectores no constituyen necesariamente experiencias positivas o benéficas, ya que difieren de estas en tres aspectos (Rutter, 1985; cit. por Klotiarenco, et al., 1997):
· Un factor protector puede no constituir un suceso agradable. En ciertas circunstancias los eventos displacenteros y potencialmente peligrosos pueden fortalecer a los individuos frente a eventos similares futuros.
· Los factores protectores, a diferencia de las experiencias positivas, incluyen un componente de interacción. Las experiencias positivas actúan en general de manera directa, predisponiendo a un resultado adaptativo. Los factores protectores, por su parte, manifiestan sus efectos ante la presencia posterior de algún estresor, modificando la respuesta del sujeto en un sentido comparativamente más adaptativo que el esperable.
· Un factor protector puede no constituir una experiencia en absoluto, sino una cualidad o característica individual de la persona.
Los diferentes factores protectores, al igual que los de riesgo no actúan aisladamente en el niño, sino ejerciendo un efecto de conjunto donde se establecen complejas relaciones funcionales que en definitiva traen como resultado la atenuación de los efectos de las circunstancias adversas y eventos estresantes (Raffo y Rammsy, 1997).
Sin embargo, la resiliencia es diferente de los factores de riesgo y factores protectores. La consideración de los factores de resiliencia que enfrentan el riesgo ha sido desplazada por la de los factores de protección que resguardan del riesgo. Los factores protectores que funcionan para neutralizar el riesgo, cualesquiera que sean, son fácilmente identificados como inmunidad al peligro, por ejemplo, una vacuna. Esta percepción de los factores de protección concibe al indivi­duo como inmune al riesgo, para lo cual no necesitaría desarrollar resiliencia (Grotberg, 2002).
Por lo mismo, el enfoque de factores protectores y de riesgo es insuficiente para explicar como algunos individuos pese a estar atravesando grandes dificultades logran salir adelante sin muchos factores protectores, desplegando comportamientos constructivos y otros en situación muy opuesta son bloqueados por la adversidad (Novella, 2002). En ese sentido, Llobet (2005) afirma que la resiliencia suele asociarse a los factores protectores; sin embargo, ellos no agotan ni explican exhaustivamente los procesos resilientes.


c) Mecanismos Protectores
La segunda generación de investigadores comenzó a publicar a mediados de los noventa, y buscaba responder cuáles son los procesos asociados a una adaptación positiva, dado que la persona ha vivido o vive en condiciones de adversidad. El foco retoma el interés en inferir qué factores están presentes en aquellos individuos en alto riesgo social que se adaptan positivamente a la sociedad, a lo que se agrega el estudio de la dinámica entre factores que están en la base de la adaptación re­siliente (Infante, 2002).
Está nueva concepción surge al descubrir que los conceptos de factores protectores y de riesgo tendrían un valor limitado como medio de encontrar nuevas aproximaciones a las estrategias de prevención. Entonces, la búsqueda debía dirigirse, antes que a factores, a mecanismos situacionales y del desarrollo que den cuenta del modo en que estos procesos operan (Rutter, 1990; cit. por Klotiarenco et al., 1997).
Los mecanismos protectores son tanto los recursos ambientales que están disponibles para las personas, y las fuerzas que éstas tienen para adaptarse a un contexto (Klotiarenco et al., 1997). De esta manera, resulta de mayor precisión utilizar el término de mecanismo protector cuando una trayectoria que era previamente de riesgo, gira en dirección positiva y con una mayor probabilidad de resultado adaptativo. De igual modo, un proceso será considerado de vulnerabilidad cuando una trayectoria previamente adaptativa se transforma en negativa. Según Werner (1993; cit. por Klotiarenco et al., 1997) los factores protectores operan a través de tres mecanismos diferentes:
· Modelo compensatorio, los factores estresantes y los atributos individuales se combinan aditivamente en la predicción de una consecuencia, y el estrés severo puede ser contrarrestado por cualidades personales o por fuentes de apoyo.
· Modelo del desafío, el estrés es tratado como un potencial estimulador de competencia (cuando no es excesivo). Estrés y competencia tendrían una relación curvilínea.
· Modelo de inmunidad, hay una relación condicional entre estresores y factores protectores. Tales factores modulan el impacto del estrés en calidad de adaptación, pero pueden tener efectos no detectables en ausencia del estresor.
A su vez, Rutter (1990; cit. por Klotiarenco et al., 1997), da cuenta de cuatro mecanismos de mediación entre variables, que actuarían como predictores en los procesos protectores. A través de un efecto catalizador indirecto de una variable sobre otra, se modificarían los resultados de la interacción de la última con un factor de riesgo. Este autor destaca cuatro de ellos:
Los que reducen el impacto del riesgo, a través de dos maneras: alterando el significado que éste tiene para el sujeto, o modificando su participación en la situación de riesgo.
Los que reducen la probabilidad de las reacciones negativas en cadena, es decir, aquellas que se dan luego de haber estado expuesto a la situación de riesgo y que perpetúan los efectos del mismo.
Los que promueven el establecimiento y mantenimiento de la autoestima y autoeficacia. De éstos, las experiencias más relevantes son las relaciones afectivas seguras y armónicas, y el éxito en tareas que son importantes para la persona.
Las experiencias o momentos claves en la vida de una persona, que son capaces de crear oportunidades de desarrollo adaptativo, y que marcan continuidad en la trayectoria vital del individuo.Sinterizando, los individuos resilientes son aquellos que estando expuestos a una serie de factores de riesgo, tienen la capacidad de utilizar los factores protectores que poseen para sobreponerse a la adversidad, crecer y desarrollarse adecuadamente, llegando a madurar como personas competentes, pese a los pronósticos desfavorables (Munist, 1998).

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