viernes, 14 de agosto de 2009

APROXIMACION CONCEPTUAL DE LA RESILIENCIA

La resiliencia se define como la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves. (Manciaux 2003). Se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental. Durante mucho tiempo las respuestas de resiliencia han sido consideradas como inusuales y en algunos casos patológicas, pero la literatura científica ha demostrado que la resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad (Lamas, 2004).
El vocablo resiliencia tiene su origen en el latín, el término resilio, significa volver atrás, volver de un salto o rebotar (Klotiarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997). En las ciencias humanas se empezó a usar esta palabra para designar la facultad humana que permite a las personas a pesar de atravesar situaciones adversas lograr salir no solamente a salvo sino aún transformados por la experiencia.
A fines de los años setenta se empezó a hablar de este concepto en el campo de la psicopatología, luego de observar que niños criados en familias con padres alcohólicos no presentaban carencias en el plano biológico ni psicosocial, sino que alcanzaban una adecuada calidad de vida. A este grupo de personas se le denominó resiliente (Klotiarenco et al., 1997). A partir de esto se han ido planteando diversas definiciones de resiliencia, que han sido desarrolladas por diversos autores, entre las cuales podemos mencionar:
Capacidad de una persona para seguir proyectándose en el futuro, a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves (Manciaux, 2003).
La resiliencia es más que la aptitud de resistir a la destrucción preservando la integridad en circunstancias difíciles, es también la aptitud de reaccionar positivamente a pesar de las dificultades y la posibilidad de construir basándose en las fuerzas propias del ser humano. No es sólo sobrevivir a pesar de todo, sino que es tener la capacidad de usar la experiencia derivada de las situaciones adversas para proyectar el futuro (Fiorentini, 2002).
Capacidad emocional, cognitiva y sociocultural de las personas o grupos que permiten reconocer, enfrentar y transformar constructivamente situaciones causantes de sufrimiento o daño que amenazan su desarrollo (Regional Training, Brasil, 1999; cit. por Panez, 2002).
Capacidad humana universal para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas o incluso ser transformado por ellas. La resiliencia es parte del proceso evolutivo y debe ser promovido desde la niñez (Grotberg, 1995; cit. por Klotiarenco, et al., 1997).
Condición humana que da a las personas la capacidad de sobreponerse a las adversidades y construir sobre ellas (Suárez, 1996).
Capacidad universal, que permite a una persona, grupo o comunidad, minimizar o sobreponerse a los efectos nocivos de la adversidad. Puede transformar o fortalecer la vida de las personas (Kotliarenco, 1996).
Enfrentamiento efectivo ante eventos y circunstancias de la vida severamente estresantes y acumulativos (Lösel, Blieneser y Köferl, 1989; cit. por Klotiarenco, et al., 1997).
Proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en contextos de gran adversidad. Consta de tres compo­nentes esenciales: a) la noción de adversidad, trauma, riesgo o amenaza al desarrollo humano; b) la adaptación positiva o superación de la adversidad; c) el proceso que considera la dinámica entre mecanismos emocionales, cognitivos y socioculturales que influyen sobre el desarrollo humano (Luthar et al. 2000; cit. por Infante, 2002).
Facultad de recuperación y la capacidad del individuo para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecido o incluso transformado y de forma socialmente aceptable en un entorno agobiante y adverso que suele entrañar un elevado riesgo de efectos negativos. Se distinguen dos componentes: a) la resistencia frente a la destrucción o capacidad para proteger la propia integridad bajo presión y b) la capacidad para construir una conducta vital positiva pese a las circunstancias difíciles (Vanistendael, 1994; cit. por Melillo, et al., 2002).
Habilidad para surgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva (ICCB, 1994; cit. por Klotiarenco, et al., 1997).
Capacidad que tienen niños adultos o familias, para actuar correctamente y tener éxito pese a las circunstancias adversas que los rodean, para recuperarse después de vivir eventos estresantes y reasumir con éxito su actividad habitual (Hernandez, 1998; cit. por Puerta, 2002).
Respuesta global en la que se ponen en juego los mecanismos de protección, entendiendo por éstos no la valencia contraria a los factores de riesgo, sino aquella dinámica que permite al individuo salir fortalecido de la adversidad, en cada situación específica y respetando las características personales (Rutter, 1991; cit. por Infante, 2002).
Concepto genérico que se refiere a una amplia gama de factores de riesgo y los resultados de competencia. Puede ser producto de una conjunción entre los factores ambientales, como el temperamento y un tipo de habilidad cognitiva que tienen los niños cuando son muy pequeños (Osborn, 1993; cit. por Klotiarenco et al. 1997).
Característica de personalidad que modera el efecto negativo del estrés y fomenta la adaptación (Wagnild y Young, 1993).
Capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse con éxito frente a la adversidad, y de desarrollar competencia social, académica y vocacional pese a estar expuesto a un estrés grave o simplemente a las tensiones inherentes al mundo de hoy (Rirkin y Hopman, 1991; cit. por Henderson, 2003).
Resumiendo, la resiliencia es la capacidad humana para enfrentar la adversidad y resurgir de los eventos adversos (Fiorentini, 2002). Desde un punto de vista complementario Munist, y Suarez (2004) mencionan que la resiliencia muchas veces aparece como la respuesta ex­traordinaria a aconteceres extraordinarios, tal vez porque es la forma más espectacular de lograr una valoración de ella. En realidad, la resiliencia es una forma de enfrentar la vida diaria, y a esta perspectiva corresponde la designación de la resiliencia cotidiana.
Existen áreas de desarrollo de la resiliencia, las que se refieren a los recursos personales y recursos sociales potenciales de un individuo. Entre éstos se pueden citar: la autoestima positiva, los lazos afectivos significativos, la creatividad, el humor positivo, una red social y de pertenencia, una ideología personal que permita dar un sentido al dolor, disminuyendo la connotación negativa de una situación conflictiva, posibilitando el surgimiento de alternativas de solución frente a lo adverso (Fiorentini, 2002). En esa misma línea, diversos autores han tratado de encontrar factores o variables que se relacionan con la resiliencia.
Raffo y Rammsy (1997) consideran que las principales actitudes que fortalecen los factores resilientes son: a) demostraciones físicas y verbales de afecto en los primeros cuatro años de vida; b) reconocimiento y atención a sus éxitos y habilidades; c) oportunidades de desarrollo de destrezas; d) actitud de cuidado y amor por parte de todos sus semejantes y especialmente de los encargados de su cuidado y protección; e) apoyo de un marco de referencia ético, moral y espiritual.
Wolin y Wolin (1993; cit. por Puerta, 2002) utilizan el concepto de mandala de la resiliencia. El término mandala significa paz y orden interno, es una expresión empleada por los indios navajos, para designar a la fuerza interna que hace que el individuo enfermo encuentre resistencia interna para sobreponerse a la enfermedad. Algunas características personales de quienes poseen esta fuerza son: a) introspección o insight, capacidad para preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta; b) independencia, capacidad de establecer límites entre uno mismo y ambientes adversos, mantener distancia emocional y física, sin llegar a aislarse; c) capacidad de relacionarse, habilidad para establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas, balancear la propia necesidad de simpatía y aptitud para brindarse a otros; d) Iniciativa, placer de exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más exigentes, hacerse cargo de los problemas y ejercer control sobre ellos; e) Humor, alude a la capacidad de encontrar lo cómico en la tragedia; f) creatividad, capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden; g) moralidad, deseo de una vida personal satisfactoria, amplia y con riqueza interior, comprometerse con valores y discriminar entre lo bueno y lo malo.
Werner y Garmezy (1982, 1989, 1993; cit. por Klotiarenco et al., 1997) consideran cuatro aspectos: a) características del temperamento, donde se observe un adecuado nivel de actividad, capacidad reflexiva y responsividad frente a otras personas; b) capacidad intelectual y la forma en que es utilizada; c) naturaleza de la familia, respecto a atributos como cohesión, ternura y preocupación por el bienestar; d) disponibilidad de fuentes de apoyo externo, como contar con un profesor, padre sustituto o instituciones como la escuela, agencias sociales o la iglesia.
Para Fergusson y Lynskey (1996; cit por Klotiarenco, et al., 1997) los factores que actúan en calidad de protectores y promueven comportamientos resilientes son: a) inteligencia y habilidad de resolución de problemas, una condición necesaria pero no suficiente es poseer una capacidad intelectual igual o superior al promedio; b) género, el pertenecer al género femenino es considerado como una variable protectora; c) desarrollo de intereses y vínculos afectivos externos, como la presencia de intereses y personas significativas fuera de la familia; d) apego parental, presencia de una relación cálida, nutritiva y apoyadora, con al menos uno de los padres; e) temperamento y conducta, hace referencia a los niños denominados como fáciles y de buen temperamento durante su infancia; f) relación con pares, tener una relación de calidad con sus pares.
De acuerdo a Löesel, citado por Klotiarenco et al. (1997) entre los recursos más importantes con los que cuentan los niños resilientes, se encuentran: a) una relación emocional estable con al menos uno de los padres, o bien alguna otra persona significativa; b) apoyo social desde fuera del grupo familiar; como un clima educacional abierto, contenedor y con límites claros; c) contar con modelos sociales que motiven el enfrentamiento constructivo; d) tener responsabilidades sociales dosificadas, a la vez, que exigencias de logro; e) competencias cognitivas y, al menos, un nivel intelectual promedio; f) características temperamentales que favorezcan un enfrentamiento efectivo; g) haber vivido experiencias de autoeficacia, autoconfianza y contar con una autoimagen positiva; tener un enfrentamiento activo como respuesta a las situaciones o factores estresantes; h) asignar significación subjetiva y positiva al estrés y al enfrentamiento, a la vez que, contextualizarlo de acuerdo a las características propias del desarrollo.
Por otro lado, Vanistendael (1997; cit por Kalawski; 2003) distingue cinco dimensiones de la resiliencia: a) existencia de redes sociales informales, la persona tiene amigos, participa de actividades con ellos y lo hace con agrado, tiene en general una buena relación con los adultos; b) sentido de la vida, trascendencia, la persona muestra capacidad para descubrir un sentido y una coherencia en la vida; c) autoestima positiva, la persona se valora a sí misma, confía en sus capacidades y muestra iniciativa para emprender acciones o relaciones con otras personas porque se siente valioso y merecedora de atención; d) presencia de aptitudes y destrezas, es capaz de desarrollar sus competencias y confiar en ellas; y, e) sentido del humor, es capaz de jugar, reír y gozar de las emociones positivas y disfrutar de sus experiencias.
Según Wagnild y Young (1993) los cinco componentes presentes en la resiliencia son: confianza en sí mismo, en las propias capacidades, depender de uno mismo reconociendo sus fuerzas y limitaciones; b) ecuanimidad, una perspectiva balanceada de la propia vida y experiencias, connota la habilidad de considerar un amplio campo de experiencias, esperar tranquilo, tomar las cosas como vengan por ende moderando respuestas extremas ante la adversidad; c) perseverancia, el acto de persistencia a pesar de la adversidad o desaliento, connota un fuerte deseo de continuar luchando para reconstruir la vida de uno mismo, permanecer involucrado y practicar la autodisciplina; d) satisfacción personal, el comprender que la vida tiene un significado y evaluar las propias contribuciones, tener algo porque vivir; e) sentirse bien solo, la comprensión que la senda de la vida de cada persona es única; mientras que se comparten algunas experiencias, quedan otras que deben enfrentarse solo, el sentirse bien solo da un sentido de libertad y un significado de ser únicos.
De esta manera diferentes autores han identificado diversas características de resiliencia las cuales han nombrado como factores, dimensiones, recursos, componentes, etc., estas características se repiten indistintamente y son coincidentes entre los diferentes planteamientos, independientemente de la definición teórica que cada autor sostenga.
Así como diversos autores, postulan la presencia factores de resiliencia, Grotberg (1995; cit. por Klotiarenco et al., 1997) complementa esta perspectiva, con un estudio sobre la presencia de factores resilientes en niños. Los resultados señalaron que, ningún factor en particular y por sí solo promovía la resiliencia. Por ejemplo la inteligencia mostró no ser capaz por sí sola de generar resiliencia, a menos que lo hiciera junto a la presencia de profesores o amigos que alentaran el examinar maneras alternativas de enfrentar y sobrellevar adversidades, la habilidad de obtener ayuda cuando la necesitara, además de identificar y compartir sentimientos de temor, ansiedad, enojo o placer. En la misma línea, Rutter (1990; Klotiarenco, et al., 1997), postula que la presencia de eventos vitales neutralizantes pueden constituirse en elementos de protección, sin embargo, no cualquier experiencia positiva puede actuar como neutralizante sino las que tienen la característica de disminuir el impacto negativo de una amenaza o dificultad.De lo anterior deducimos que, cuando varios de los factores mencionados actúan combinadamente, son capaces de promover un desarrollo mental relativamente sano y positivo; esto, independientemente de las dificultades presentes en las condiciones de vida. Estos factores no son independientes entre sí, sino que actúan relacionados entre ellos de forma tal que los de tipo personal pueden gatillar los recursos sociales y viceversa (Klotiarenco, et al. 1997).

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