Desde que la psicología ha abordado el fenómeno religioso, siempre ha existido la preocupación por establecer en qué medida y bajo que condiciones, constituye un elemento favorable o desfavorable para la salud mental de las personas. La caracterización más precisa de salud mental es ese estado de funcionamiento óptimo descrito por Freud como la capacidad para trabajar, amar y jugar (Mariategui, 1988). Freud fue unos de los primeros en atacar la naturaleza de la religión al trazar una analogía con la neurosis obsesiva. Sostuvo que el hombre primitivo estaba constantemente atemorizado por las fuerzas naturales y la paradoja de la muerte, así, para acercarse a las fuerzas de la naturaleza las personificó y trató de aplacarlas adorándolas y construyéndoles altares (Drakeford, 1980). Por otro lado Weatherhead citado por Drakeford, (1980) menciona algunas de las posibilidades de perversión de la religión: a) encubrir un escape de la realidad; b) proporcionar una falsa seguridad; c) conseguir un escape de las consecuencias de faltas pequeñas y; d) poner una aureola de santidad narcisista y egocéntrica. De la misma manera, Fromm menciona el culto a los antepasados, el ritualismo y el totemismo como representantes de las reacciones neuróticas del hombre moderno.
Desde otro punto de vista, también se señala algunas formas en que la religión fomenta la salud mental (Drakeford, 1980):
1. Puede dar un sentido de seguridad. Si no hay seguridad a través de la religión, la persona buscará recibir esta seguridad en otra fuente. El neurótico obsesivo compulsivo, está tratando de establecer un mundo ordenado en el que no exista el temor de cualquier evento que rompa la rutina de la vida.
2. Puede proveer motivaciones para la vida, las fuerzas inexorables, proporcionan a sus adeptos un tremendo ímpetu para la acción.
3. Ayuda al individuo a aceptarse a sí mismo. La persona neurótica no puede hacer frente a la realidad e invierte gran parte de su tiempo construyendo defensas.
4. Proporciona experiencias de confesión. En ocasiones la experiencia confesional puede funcionar como catarsis, técnica psicoterapéutica que comprende la purificación de las emociones a medida que se vierte la historia y se adquiere el relajamiento.
5. Estabiliza en momentos de crisis. La mayoría de las experiencias de crisis de la vida tienen asociaciones con algunas ceremonias religiosas, la religión y la crisis parecen estar de alguna manera relacionadas.
6. Provee un compañerismo terapéutico. La vida comunal ayuda al individuo. Le proporciona un sentimiento de pertenencia y ofrece protección de amenazas tanto reales como ficticias.
Al respecto, Batson luego de un examen de las investigaciones hechas respecto a la correlación de las diferentes tipos de religiosidad y salud mental, concluye que la forma cómo uno es religioso tiene un efecto decisivo en la relación que se establece entre religión y salud mental. La relación generalmente negativa que se encuentra entre religiosidad y salud mental, parece ser el producto de una aproximación a la religiosidad extrínseca o utilitarista. Ni la intrínseca, unificadora ni la interrogativa parecen tener la relación negativa con respecto a la salud mental, al contrario, la relación, para cada una de esas es generalmente positiva. Al mismo tiempo, la relación entre la orientación unificadora intrínseca e interrogativa con la salud mental, son bastante diferentes entre sí. Ambas están asociadas con un sentido positivo de competencia personal y control, pero por diferentes razones. Para la unificadora intrínseca esta relación está basada en la confianza en Dios; mientras que para la interrogativa en la autoconfianza. La evidencia sugiere que la unificadora intrínseca se relaciona positivamente con la libertad de la angustia y de la culpa, mientras que la orientación interrogativa se relaciona positivamente a la apertura a la flexibilidad y a la autoaceptación (Franca-Tarrago, 2003a).
Por otro lado, Crumbaugh (1968; cit. por Franca-Tarrago, 2003c) diseñó un Test de Propósitos en la vida, con el que encontró que los devotos verdaderos puntuaban más que los no religiosos; al mismo tiempo que se correlacionaba positivamente con la religiosidad intrínseca. En la misma línea, investigadores como Magni, Osarschuk y Tatz, Kahoe y Dunn, Spilka y otros, encuentran una menor ansiedad ante la muerte en los creyentes. Todos coinciden en que, mientras la religiosidad intrínseca correlaciona positivamente con la libertad frente a la muerte, no sucede lo mismo con la extrínseca (Franca-Tarrago, 2003c).
Junto a este hecho, si se trata de una religiosidad intrínseca que tiene una convicción firme ante otros y con soporte social, la tendencia del creyente es a mantenerla y reafirmarla ante cualquier amenaza de disonancia cognoscitiva. En ese sentido, puede decirse que hay evidencias empíricas que muestran al mismo tiempo, una mayor liberación del sinsentido, para el caso de los creyentes intrínsecos, junto a una mayor tendencia a la impenetrabilidad de otros datos cognitivos que modifiquen su percepción de la realidad. El creyente convencido, ante una amenaza cognitiva que pueda invalidar sus convicciones, puede adoptar una actitud resistente al cambio, que se parece más a una falta de libertad. De la misma manera, los estudios hechos por Feather parecen mostrar que las personas religiosas están predispuestas a juzgar la veracidad o falsedad de un argumento dado sobre la religión si la conclusión es consistente con su propia creencia. La interpretación de Feather es que la necesidad de una interpretación cognitiva consistente debilita la habilidad de los individuos para juzgar los argumentos en su propia lógica. Si el creyente no es crítico consigo mismo y con sus propios prejuicios, puede contrarrestar su sentimiento de libertad con una experiencia de engaño, que no le permita adquirir una actitud adaptativa ante la realidad, permeable a toda nueva información que tenga que ver con el sentido de la existencia (Franca-Tarrago, 2003c).
En relación a si la religiosidad constituye un elemento positivo para la salud mental, podemos concluir, coincidiendo con Batson, que la forma de cómo uno es religioso tiene un efecto decisivo en la relación que se establece entre religiosidad y salud mental. Así, una religiosidad de tipo intrínseca estaría asociada a una salud mental positiva, mientras que la de tipo extrínseca estaría asociada a factores en detrimento de la salud mental.
Desde otro punto de vista, también se señala algunas formas en que la religión fomenta la salud mental (Drakeford, 1980):
1. Puede dar un sentido de seguridad. Si no hay seguridad a través de la religión, la persona buscará recibir esta seguridad en otra fuente. El neurótico obsesivo compulsivo, está tratando de establecer un mundo ordenado en el que no exista el temor de cualquier evento que rompa la rutina de la vida.
2. Puede proveer motivaciones para la vida, las fuerzas inexorables, proporcionan a sus adeptos un tremendo ímpetu para la acción.
3. Ayuda al individuo a aceptarse a sí mismo. La persona neurótica no puede hacer frente a la realidad e invierte gran parte de su tiempo construyendo defensas.
4. Proporciona experiencias de confesión. En ocasiones la experiencia confesional puede funcionar como catarsis, técnica psicoterapéutica que comprende la purificación de las emociones a medida que se vierte la historia y se adquiere el relajamiento.
5. Estabiliza en momentos de crisis. La mayoría de las experiencias de crisis de la vida tienen asociaciones con algunas ceremonias religiosas, la religión y la crisis parecen estar de alguna manera relacionadas.
6. Provee un compañerismo terapéutico. La vida comunal ayuda al individuo. Le proporciona un sentimiento de pertenencia y ofrece protección de amenazas tanto reales como ficticias.
Al respecto, Batson luego de un examen de las investigaciones hechas respecto a la correlación de las diferentes tipos de religiosidad y salud mental, concluye que la forma cómo uno es religioso tiene un efecto decisivo en la relación que se establece entre religión y salud mental. La relación generalmente negativa que se encuentra entre religiosidad y salud mental, parece ser el producto de una aproximación a la religiosidad extrínseca o utilitarista. Ni la intrínseca, unificadora ni la interrogativa parecen tener la relación negativa con respecto a la salud mental, al contrario, la relación, para cada una de esas es generalmente positiva. Al mismo tiempo, la relación entre la orientación unificadora intrínseca e interrogativa con la salud mental, son bastante diferentes entre sí. Ambas están asociadas con un sentido positivo de competencia personal y control, pero por diferentes razones. Para la unificadora intrínseca esta relación está basada en la confianza en Dios; mientras que para la interrogativa en la autoconfianza. La evidencia sugiere que la unificadora intrínseca se relaciona positivamente con la libertad de la angustia y de la culpa, mientras que la orientación interrogativa se relaciona positivamente a la apertura a la flexibilidad y a la autoaceptación (Franca-Tarrago, 2003a).
Por otro lado, Crumbaugh (1968; cit. por Franca-Tarrago, 2003c) diseñó un Test de Propósitos en la vida, con el que encontró que los devotos verdaderos puntuaban más que los no religiosos; al mismo tiempo que se correlacionaba positivamente con la religiosidad intrínseca. En la misma línea, investigadores como Magni, Osarschuk y Tatz, Kahoe y Dunn, Spilka y otros, encuentran una menor ansiedad ante la muerte en los creyentes. Todos coinciden en que, mientras la religiosidad intrínseca correlaciona positivamente con la libertad frente a la muerte, no sucede lo mismo con la extrínseca (Franca-Tarrago, 2003c).
Junto a este hecho, si se trata de una religiosidad intrínseca que tiene una convicción firme ante otros y con soporte social, la tendencia del creyente es a mantenerla y reafirmarla ante cualquier amenaza de disonancia cognoscitiva. En ese sentido, puede decirse que hay evidencias empíricas que muestran al mismo tiempo, una mayor liberación del sinsentido, para el caso de los creyentes intrínsecos, junto a una mayor tendencia a la impenetrabilidad de otros datos cognitivos que modifiquen su percepción de la realidad. El creyente convencido, ante una amenaza cognitiva que pueda invalidar sus convicciones, puede adoptar una actitud resistente al cambio, que se parece más a una falta de libertad. De la misma manera, los estudios hechos por Feather parecen mostrar que las personas religiosas están predispuestas a juzgar la veracidad o falsedad de un argumento dado sobre la religión si la conclusión es consistente con su propia creencia. La interpretación de Feather es que la necesidad de una interpretación cognitiva consistente debilita la habilidad de los individuos para juzgar los argumentos en su propia lógica. Si el creyente no es crítico consigo mismo y con sus propios prejuicios, puede contrarrestar su sentimiento de libertad con una experiencia de engaño, que no le permita adquirir una actitud adaptativa ante la realidad, permeable a toda nueva información que tenga que ver con el sentido de la existencia (Franca-Tarrago, 2003c).
En relación a si la religiosidad constituye un elemento positivo para la salud mental, podemos concluir, coincidiendo con Batson, que la forma de cómo uno es religioso tiene un efecto decisivo en la relación que se establece entre religiosidad y salud mental. Así, una religiosidad de tipo intrínseca estaría asociada a una salud mental positiva, mientras que la de tipo extrínseca estaría asociada a factores en detrimento de la salud mental.
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